miércoles, 1 de octubre de 2014

PENSAMIENTO Y EMOCIÓN




El paciente x es un chico de 24 años, licenciado y  en prácticas en un empresa.

Siempre ha demostrado ser buen estudiante y en la empresa donde realiza las prácticas se ha convertido en poco tiempo en un numero uno.

Sin embargo, ¡no puede más!, y decide acudir a un psicólogo. Todas las mañanas, de Lunes a Viernes, vomita antes y/o después de desayunar. Los médicos especialistas han descartado enfermedad digestiva o cualquier otro origen orgánico.

En consulta, me dice -entre sollozos- que este tramo de la vida le está siendo insoportable, que se siente culpable del problema pues los nervios se apoderan de él todos los días. No come, apenas duerme y se siente muy mal cuando piensa la cantidad de tiempo que está desperdiciando.

Durante las sesiones que siguieron, fuimos hablando de su peculiar forma de pensar y descubrimos que esa forma de pensar era el origen de su malestar. El paciente x se dio  cuenta que en su diálogo interior aparecían un constante “No soporto”, “Necesito”,” Puedo fracasar, “Debo”,……….. Todas las mañanas se levantaba con una constante sensación de amenaza y todas las noches se acostaba con dolores por todo el cuerpo y con una sensación de tristeza y agotamiento.

Pasaron algunas sesiones y el Paciente x aprendió a debatir en su diálogo interior de una manera correcta. A lo largo de las sesiones y de trabajos terapéuticos realizados en casa como deberes, descubrió cómo determinados puntos de vista, actitudes y pensamientos, condicionaban su bienestar emocional, y por lo tanto su calidad de tiempo; volvió a sonreír y a estar más con los amigos; aprendió a valorar estar más junto a su novia; ganó en autocontrol y aprendió  a manejar el estrés; su cabeza se lleno de proyectos divertidos y sobre todo ya no vomitó por las mañanas.

Nuestro bienestar emocional determina nuestra salud emocional y ese bienestar depende de nuestra forma de pensar y comportarse.

El problema del Paciente x se generaba en su forma irracional de pensar “Necesito ese trabajo”, “Sería terrible perderlo”,………Pasado un tiempo, aprendió a controlar sus emociones, cambiando la filosofía radical de sus pensamientos. No se convirtió en un monje tibetano ni en un chico con un gran aplomo, más bien siguió siendo un chico muy responsable y autoexigente. Pero aprendió a controlar las exageraciones de sus auto exigencias y necesidades perturbadoras.

El psicólogo Albert Ellis afirmaba que las emociones, el pensamiento y nuestros hábitos de vida ( conducta), se influyen mutuamente, volviéndose coherentes para la persona.


EJEMPLO DE SESIÓN:

Ellis utilizó el siguiente modelo para explicar su teoría:




Según Ellis hay dos tipos de creencias: las racionales y las irracionales. Las primeras son el fundamento de los comportamientos funcionales y sanos, por el contrario, las irracionales están en la base del malestar emocional.

EJEMPLO 1

A  SITUACIÓN ACTIVANTE. Tengo una entrevista de trabajo.

B CREENCIAS IRRACIONALES.
  •  Puedo fallar y sería horrible.  
  •   Si fracaso quiere decir que no valgo para nada.      
  • Jamás seré feliz si no consigo un empleo.



C EMOCIONES Y CONDUCTAS.
  •   Excesiva ansiedad.
  •  Excesiva preocupación.
  •  Temblor en las manos.
  •  Deseos de abandonar la situación.
  •  Tartamudez.

OBJETIVO DE SESIÓN:

Ante la misma situación activante (Tengo una entrevista de trabajo).

CREENCIA RACIONAL:

  •   Yo puedo fallar. Trataré de no hacerlo. Pero fallar es humano.
  •    De cualquier experiencia siempre se aprende muchas cosas.
  •    La felicidad depende  de muchas cosas, no sólo del trabajo.
  •    Deseo conseguir ese empleo, pero no lo necesito imperiosamente para ser feliz.



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