El
paciente x es un chico de 24 años, licenciado y en prácticas en un empresa.
Siempre
ha demostrado ser buen estudiante y en la empresa donde realiza las prácticas
se ha convertido en poco tiempo en un numero uno.
Sin
embargo, ¡no puede más!, y decide acudir a un psicólogo. Todas las mañanas, de
Lunes a Viernes, vomita antes y/o después de desayunar. Los médicos
especialistas han descartado enfermedad digestiva o cualquier otro origen
orgánico.
En
consulta, me dice -entre sollozos- que este tramo de la vida le está siendo
insoportable, que se siente culpable del problema pues los nervios se apoderan
de él todos los días. No come, apenas duerme y se siente muy mal cuando piensa
la cantidad de tiempo que está desperdiciando.
Durante
las sesiones que siguieron, fuimos hablando de su peculiar forma de pensar y
descubrimos que esa forma de pensar era el origen de su malestar. El paciente x
se dio cuenta que en su diálogo interior
aparecían un constante “No soporto”, “Necesito”,” Puedo fracasar, “Debo”,………..
Todas las mañanas se levantaba con una constante sensación de amenaza y todas
las noches se acostaba con dolores por todo el cuerpo y con una sensación de tristeza
y agotamiento.
Pasaron
algunas sesiones y el Paciente x aprendió a debatir en su diálogo interior de
una manera correcta. A lo largo de las sesiones y de trabajos terapéuticos
realizados en casa como deberes, descubrió cómo determinados puntos de vista,
actitudes y pensamientos, condicionaban su bienestar emocional, y por lo tanto
su calidad de tiempo; volvió a sonreír y a estar más con los amigos; aprendió a
valorar estar más junto a su novia; ganó en autocontrol y aprendió a manejar el estrés; su cabeza se lleno de
proyectos divertidos y sobre todo ya no vomitó por las mañanas.
Nuestro
bienestar emocional determina nuestra salud emocional y ese bienestar depende
de nuestra forma de pensar y comportarse.
El
problema del Paciente x se generaba en su forma irracional de pensar “Necesito
ese trabajo”, “Sería terrible perderlo”,………Pasado un tiempo, aprendió a
controlar sus emociones, cambiando la filosofía radical de sus pensamientos. No
se convirtió en un monje tibetano ni en un chico con un gran aplomo, más bien
siguió siendo un chico muy responsable y autoexigente. Pero aprendió a
controlar las exageraciones de sus auto exigencias y necesidades perturbadoras.
El
psicólogo Albert Ellis afirmaba que las emociones, el pensamiento y nuestros
hábitos de vida ( conducta), se influyen mutuamente, volviéndose coherentes
para la persona.
EJEMPLO DE SESIÓN:
Ellis
utilizó el siguiente modelo para explicar su teoría:
Según
Ellis hay dos tipos de creencias: las racionales y las irracionales. Las
primeras son el fundamento de los comportamientos funcionales y sanos, por el
contrario, las irracionales están en la base del malestar emocional.
EJEMPLO 1
A SITUACIÓN ACTIVANTE. Tengo una entrevista de trabajo.
B CREENCIAS IRRACIONALES.
- Puedo fallar y sería horrible.
- Si fracaso quiere decir que no valgo para nada.
- Jamás seré feliz si no consigo un empleo.
C EMOCIONES Y CONDUCTAS.
- Excesiva ansiedad.
- Excesiva preocupación.
- Temblor en las manos.
- Deseos de abandonar la situación.
- Tartamudez.
OBJETIVO DE SESIÓN:
Ante la misma situación activante (Tengo
una entrevista de trabajo).
CREENCIA RACIONAL:
- Yo puedo fallar. Trataré de no hacerlo. Pero fallar es humano.
- De cualquier experiencia siempre se aprende muchas cosas.
- La felicidad depende de muchas cosas, no sólo del trabajo.
- Deseo conseguir ese empleo, pero no lo necesito imperiosamente para ser feliz.
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