Cuando los “medios tratan el tema de la pederastia, siempre
se enfoca desde el escándalo, el morbo y la trivialidad, y sin embargo, es un
tema dramático de difícil solución. Si el eje del tratamiento se desenfoca de
lo que, a nuestro parecer, es la única forma de superar este drama social, no
hacemos más que aumentarlo. Para nosotros, este eje tiene que contemplar,
fundamentalmente, cuatro aspectos: “el concepto de la pederastia como
patología”, “la falta de una educación sexual de calidad”, “la relación del
abuso sexual en los estados de pobreza y marginación”, y “la crónica crisis de
valores de nuestro sistema social”.
Respecto al primer aspecto, es decir, el concepto de la
pederastia como patología, hay que considerar la desinformación con la que se
vive un problema tan controvertido, por la alarma e interés social que genera
el control de conductas de personas que cometen abusos o agresiones contra
niños. Una pregunta muy frecuente es ¿en qué se diferencia la pederastia de la
pedofilia?.
La pederastia y la pedofilia son términos relacionados con
acciones que implican algún tipo de relación sexual con menores. Aunque
etimológicamente podamos encontrar diferencias en su significado, definiéndose
la pedofilia como la atracción erótica o sexual que una persona adulta siente
hacia niños o adolescentes, y la pederastia como el abuso sexual cometido con
los niños. En el presente escrito, utilizaremos el término pederastia como
sinónimo de los dos.
De acuerdo con el DSM-IV-TR esta patología se contempla
dentro del apartado de los trastornos sexuales, compartiendo capítulo con el
resto de las parafilias, y el diagnóstico se establece de acuerdo con varios
criterios. El primero de ellos dice: Durante un periodo de al menos 6 meses,
fantasías sexuales recurrentes, y altamente excitantes, impulsos sexuales o
comportamientos que implican actividad sexual con niños pre-púberes o niños
algo mayores (generalmente de 13 años o menos). Otro criterio importante para
el diagnóstico establece que la persona tiene al menos 16 años y, es por lo
menos 5 años mayor que el niño abusado.
Respecto al tratamiento de esta patología, los resultados
nos indican que los principales tratamientos con éxito aplicados en pedofilia,
son, por un lado, los tratamientos médico-psiquiátricos con agentes hormonales
y antidepresivos, y, por otro, los tratamientos psicológicos cognitivo-conductuales
y de aversión. Pero en la práctica, la combinación de ambos tipos de
intervenciones es poco utilizada, es más, es poco utilizada la intervención en
general, empleemos por separado uno u otro enfoque, y sin embargo, lo que todos deberíamos tener claro, es que un modelo
bio-psicológico de tratamiento de la pedofilia, sería el deseable si se quiere
ejercer algún control sobre las conductas sexuales problemáticas, e intentar
disminuir la comisión de futuras agresiones sexuales. No basta con la reclusión
carcelaria, la persona que sufre el trastorno tiene que ser consciente que
padece un trastorno y que no solamente es un delincuente. Pero para ello es
necesario que la sociedad entienda que se trata de un trastorno que necesita
tratamiento y que, en muchos casos, y tratados a tiempo, pueden recuperarse.
Pero el abusador, a veces, no es una persona que
estrictamente se defina a través de la patología. En un análisis más global del
problema del abusador hay que considerar
este aspecto también desde la perspectiva de la vivencia de la sexualidad
individual. Por ejemplo, cuando una niña menor de edad, mantiene relaciones con
un adulto (aunque la diferencia de edad sea de 5 años), en raras ocasiones se
trata a éste como un pederasta, aún a pesar de la responsabilidad penal que se
le aplica en estos casos, incluso llegan a surgir debates en los medios
sociales sobre la edad a partir de la cual se pueden permitir una sexualidad
autónoma libre de las pautas judiciales establecidas, aún a pesar de la simetría:
menor de edad, adulto, en las que se produce la relación.
Otro tema es la cantidad de abusos producidos en el
ambiente familiar o próximo a la familia del menor. En estos casos, el tema
debería observarse bajo el concepto del poder. El poder es un tema central en
la maltrecha sexualidad de nuestra cultura.
La falta de una educación sexual, ha sido, es, y
posiblemente sea, una constante en los planes de estudios de nuestros
escolares. Pocos son los espacios dedicados a este tema en los medios de comunicación,
aún a pesar de demostrarse que cuando han aparecido han demostrado tener gran
audiencia.
La educación sexual debería tener como objetivo generar
conciencia en los niños y adolescentes del respeto por su propio cuerpo y
enseñar formas de cuidarse y protegerse.
Las políticas de salud modernas, impulsadas por los
estados, deberían plantear la prevención como método eficaz, más que la cura o
el tratamiento. Habría que partir de la idea de que alguien, debidamente
informado, sabe cómo cuidarse de contraer enfermedades de transmisión sexual,
cómo evitar el embarazo no deseado, y aprende a elegir libremente cómo quiere
ejercer su sexualidad.
La educación sexual y afectiva es un derecho de todo ser
humano, y un deber ineludible para la familia, el colegio y la sociedad.
Mujeres y hombres de todas las edades, sin importar su nivel educacional,
cultural, económico, deben tener la oportunidad de recibir información y
educación sexual que involucre aspectos físicos, psicológicos, éticos, morales,
sociales y culturales, que les permita desarrollar esta importante dimensión,
tan humana y natural.
Muchos especialistas coinciden que el origen de la
pedofilia puede estar relacionado con el aprendizaje de actitudes extremas
negativas hacia la sexualidad, o con el abuso sexual sufrido en la infancia,
así como sentimientos de inferioridad o con la incapacidad para establecer
relaciones sociales y sexuales normales. Unas causas que podrían mitigarse con
una educación adecuada para una vivencia de la sexualidad sana, responsable,
informada y constructiva.
Uno de los fenómenos sociales de actualidad que nos hace
relacionar el tema del abuso sexual infantil con el aspecto de la pobreza y
marginalidad, lo encontramos con el llamado “turismo sexual infantil”. El
turismo sexual infantil implica que turistas adultos, ya sea de procedencia
nacional o extranjera, exploten sexualmente a menores de edad mediante una
prestación económica o favor de alguna clase.
Las poblaciones de los países afectados casi en su
totalidad, atraviesan problemas económicos, los cuales son utilizados por el
explotador para introducirlos en un circuito de explotación sexual.
Expertos en la materia aseguran que el turismo sexual
infantil en Marruecos es uno de los principales focos de explotación de menores
en el mundo. Las víctimas: niños y niñas de familias desestructuradas y bajo
perfil económico.
Marruecos se ha convertido en un destino privilegiado para
el turismo sexual, el cual se desarrolla sobre el terreno abonado de la
miseria. En Marruecos, al igual que en otros países turísticos (Brasil, Costa
Rica, Cuba, Camboya…) en vías de desarrollo, la prostitución, sobre todo la de
los niños, es fruto de la miseria y la exclusión social. El nivel de vida de la
mayoría de la población es tan bajo, y la legislación tan laxista, que
cualquiera puede abusar de un menor casi con total impunidad. En Marruecos, al
que hemos elegido como un representante de la pederastia turística
internacional, 26000 niños son agredidos sexualmente al año, es decir, más de
70 al día.
A nivel global, la Organización Mundial del Turismo, estimó
que de los 700 millones de personas que viajaron en 2005, hasta un 20%
reconoció que entre sus fines estaba tener sexo, y un 3%, unos 4,2 millones de
viajeros, reconocía tendencias pedófilas.
En España, Unicef llevó a cabo una encuesta en 2007 según
la cual, el 10% de los 1200 encuestados, manifestó conocer a alguien que ha
viajado al extranjero para tener relaciones sexuales con menores. Save The
Children estimó en 2010 que son 40000 los turistas españoles que cada año
buscan sexo con menores, principalmente en Centro y Suramérica. Esta
organización (Save The Children) es una alianza internacional de organizaciones
no gubernativas que trabaja en la promoción y defensa de los derechos de los
niños y niñas.
Respecto al cuarto y último aspecto a tratar: “El sistema
de valores del mundo en el que vivimos y su crónica y más que milenaria crisis”,
señalar, que hoy por hoy, se estima que el 23 % de las niñas y un 15% de los
niños, sufren abusos sexuales antes de los 17 años en España.
El abuso sexual infantil no es sino una forma de maltrato
al niño o a la niña, y este maltrato supone y se basa en un abuso de poder
sobre el menor.
El problema del abuso sexual infantil, no sólo es un
problema que hay que abordarlo desde la patología y que se produce en contextos
marginales. Estos aspectos, tal como hemos señalado, son importantes respecto a
un gran sector del fenómeno, pero el problema no queda ahí. Consideramos que el
abuso sexual se produce en cualquier contexto, aunque el marginal constituye el
más repudiable por las características de mercantilismo y las dimensiones que
se están produciendo a partir del fenómeno del turismo sexual. Por otro lugar,
y como hemos apuntado anteriormente, la patología no es un aspecto exclusivo
para comprender el problema desde el apartado del abusador, aunque la patología
es un hecho en las personas que padezcan esa parafilia. Se podría decir, pues,
que no todos los pederastas son pedófilos.
El abuso sexual no es sino una forma de maltrato al niño o
a la niña y este maltrato supone y se basa en un abuso de poder sobre el menor.
El “abuso de poder” es un tema inmoral sin fronteras, y muy repudiable, cuando
hablamos de “abuso al menor” y de entidades sociales y culturales encargadas de
velar sobre unos valores éticos basados en el amor. Un ejemplo sangrante de
este dislocamiento de valores, lo encontramos en la Iglesia Católica, la cual
reconoce que ha investigado unos 3000 casos de curas pederastas en la última
década y las denuncias se multiplican. A título de ejemplo, sólo en Estados
Unidos, y según un estudio de la BBC de 2004, el 4% del clero católico de ese
país ha estado implicado en prácticas sexuales con menores, en número
aproximado de 4000 sacerdotes durante los últimos 50 años, aunque sólo entre el
5% y el 10% de las víctimas denuncian el caso. Las cifras son similares para
Irlanda, Australia, Alemania, y en menor dimensión en España, Chile, Francia,
Holanda, Argentina….
Se calcula miles y miles de casos
encubiertos por la propia Iglesia, e incalculables denuncias no establecidas por miedo,
vergüenza e impotencia, en cualquier país.
En 2002, Juan Pablo II pronunció un
discurso ante los Cardenales de Estados Unidos, donde señaló que los casos de
abuso sexual cometidos por sacerdotes católicos son reflejo de una crisis moral
que afecta a la sociedad entera. Pero, en numerosos casos, los sacerdotes y
religiosos acusados de actos de abuso sexual contra menores cuando estos
llegaron a conocimiento de sus superiores inmediatos, recibieron como sanción
llamadas de atención privadas y fueron desplazados a otros sitios alejados del
lugar. Algunas Diócesis, sometieron a los acusados a tratamientos y
evaluaciones psicoterapéuticas, tras las cuales se les volvió a rehabilitar en su
labor pastoral, otras, simplemente no
hicieron nada, y se dedicaron a encubrir al abusador, y en otros muchos casos
se ofrecieron e incluso pagaron sumas de dinero extrajudiciales con el fin de
evitar que el escándalo saliera a la luz.
En conclusión, consideramos un
tremendo error que los medios de comunicación trivialicen un tema tan complejo
e importante como el de la pederastia. En el verano de 2013 un culebrón a
recordar será el del pederasta español indultado por error en Marruecos. Galván
Viña, ha sido el eje central de todas las noticias. Incluso cuando se dio la
indignación de todo un país, Marruecos, por el indulto, no se expresó bien en
la prensa que el país no se manifestaba sólo por la equivocación del indulto,
sino también, y principalmente, por la laxitud con la que se trata un problema
que tanto dolor debe estar causando a un país que ve como, poco a poco, se está
convirtiendo en el centro mundial de un fenómeno tan repudiable como el del
turismo sexual infantil. Desde la Asociación Marroquí de Derechos Humanos
(AMDH) hasta “Touche pas a mon enfant”, una ONG de defensa de la infancia, se
convocaron manifestaciones en las principales ciudades marroquís en protesta y
manifestación de la indignación de todo un país respecto a cómo se trata un problema
tan grave, tanto desde la política como desde la prensa.
Fino Galván no es sino la punta de
un iceberg, de un problema que nos afecta a todos. Afecta a toda una sociedad
que prefiere vender y trivializar a través del morbo, en vez de acabar con un problema
que debería suponer “UNA VERGÜENZA PARA EL GÉNERO HUMANO”
www.coppspsicologosvalencia.es Víctor Rams Maiques
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